viernes, 1 de junio de 2007

La tele

La Telera

“Un programa bueno tras otro, no me dejan vivir” Homer Jay Simpson

Tras uno de sus acostumbrados lloriqueos, Homero vuelve a la TV.

Dichoso el, que tiene la telera plena de buenos programas, entretenimiento de calidad indiscutible, que le obliga a permanecer frente al aparato en todo momento. No se podría pedir menos que eso para un servicio que priva casi totalmente del desarrollo humano, entorpece las relaciones familiares, evita el desarrollo físico de los individuos, engaña a la opinión pública y tuerce la cotidianeidad de las comunidades.

A mi no me pasa lo que a Homero, la TV no me ofrece un programa bueno tras otro, no me absorbe de mi vida social y de mis diferentes obligaciones por su impresionante contenido, no es que esté frente al aparato por eso. De hecho no se por que estoy ahí. Cuando es que tengo tantas cosas por hacer y tantas cosas que me gustaría hacer y en realidad nunca empiezo.

Estoy muy pasado de peso, una dolorosa realidad que afecta principalmente a mi autoestima, pero no solo acaba ahí. Mi obesidad me hace blanco potencial de diferentes enfermedades crónico-degenerativas que acortarán mi vida de manera dramática o me harán vivir más con una deficiente calidad de vida. ¿A quien no le gustaría tener un cuerpo estilizado justo como los que aparecen en la TV? el ejercicio que no hago al día se lo debo a “Malcolm el de en medio”

Me gusta la música, oigo desde los Bukis y Chico Ché hasta lo más in del Jazz, en la lista de mi reproductor de mp3 destacan Beny Moré, 6 Million Dollar Weirdo, Roberto Carlos, La Barranca, Aerosmith y otras joyas. Mi papá fue en su lejana juventud músico profesional y gracias a eso tengo nociones muy sólidas del conocimiento teórico musical, en mi casa hay una guitarra acústica (pa’ cantar las de José Alfredo estaría muy coqueta) y eh tenido la flauta dulce de la secundaria, un teclado electrónico Casio y más recientemente un Saxofón. No saber tocar ninguno de esos instrumentos se lo debo a “Los expedientes secretos X”

Me cuesta mucho trabajo comprender y después recordar las operaciones matemáticas: integrales, derivadas, funciones de Lagrange, series de datos, álgebra matricial, teoría de juegos, estadística, y cuanta cosa se me atraviese; las prácticas de matemáticas que nunca tengo se las debo a “Friends

En el fregadero hay una montaña de trastes sucios que mi mamá tuvo a bien dejarme la obligación de lavarlos (algo para lo cual soy verdaderamente bueno), el baño que normalmente uso también tengo que lavarlo, aspirar las alfombras de mi cuarto, la escalera y la salita de TV son parte de mis deberes, bañar al perro y sacarlo a pasear. Los deberes que no termino se los debo a “Los Supercampeones”

Me gusta el fútbol y todo mundo sabe que las ligas llaneras son los fines de semana, casi todos los juegos de esas organizaciones terminan en alegres Caguamas, sin embargo, no queda de lado el ejercicio realizado en la cancha, la satisfacción de el juego cumplido, la alegría de la victoria o la amargura de la derrota, el gol anotado o recibido, los gritos del respetable. Los campeonatos que no gané en la liga de mi pueblo se los debo a los juegos del Atlante y los Pumas.

Lo peor de todo esto es que podría enumerar los programas realmente buenos que se han transmitido por la telera, la mayoría de las producciones nacionales son deficientísimas, las extranjeras no reflejan nuestra realidad, la TV educativa en México es casi un chiste cruel y la TV social es menos que eso. No se porque estoy acá frente al aparato, no sé por que después de reflexionarlo sigo aquí.

¿Debo culpar a los brillantes colores que brotan del cañón de luz? ¿Son las mujeres con sus plásticos cuerpos las que me retinen frente a la pantalla? ¿Las ilusiones de tener una vida con problemas que se resuelven solos? ¿Las constantes promesas de que el torneo va tomando cada vez mejor nivel? ¿Las emocionantes balaceras que no dejan balas perdidas que me puedan tocar? ¿O es, acaso, una combinación de todo lo antes mencionado?

Bueno, me despido por que están a punto de dar espaiderman 2 y todavía no la veo.

sábado, 19 de mayo de 2007

Primera participación en "ReGenerando DeGenerando"

Por que somos mejores.

El ser humano siempre ha manifestado su necesidad de reconocimiento, y esta necesidad se extiende del individuo a las sociedades, dejando bien claro que se es lo mejor de lo mejor. Así, desde las primeras sociedades, la competencia nos acompaña como eterna novia del desarrollo tecnológico. Sin embargo cuando resulta claro que el rival es superior se recurre a la violencia para “apropiarse” de las virtudes del contrario.

La guerra como máximo exponente de la competencia humana se presentó desde los primeros imperios de la humanidad y nos ah dejado marcando claramente, la triste ruta de la humanidad hacia su destrucción. Sin embargo, para justificar las maniobras bélicas ante la población, los soberanos han tenido que usar el discurso de la superioridad sobre el aborrecible enemigo. Exacerbando entre “los de a pie” los ánimos y resentimientos “largamente olvidados”.

Sin embargo estos son casi siempre falacias construidas sobre la ignorancia del pueblo, o en todo caso, distorsiones de la verdad de tal manera que se pueda ver la terrible amenaza que se cierne sobre la población y que merece ser eliminada antes de que ella tome la iniciativa. Usando campañas de desinformación, apelando al instinto de conservación, forzando a la gente a imaginar el peor de los escenarios y hasta atacando a la propia sociedad que se dirige, de manera velada y culpando a la fuerza del enemigo.

Es bien cierto que los individuos conservaron hasta hace muy poco tiempo fuertes lazos de identidad con sus pueblos y naciones, pero estos no les impedían admirar las virtudes del vecino, los ingleses creen muy arraigadamente que los franceses son mejores para el romance (incluido el sexo), los franceses saben que si hay una aventura que promete los más graves riesgos, los ingleses serán los primero en querer realizarla; ingleses y franceses saben que si quieren algo bien hecho no hay como recurrir a un alemán; los alemanes dicen que si alguien puede hacer algo perfectamente son los suecos; los mexicanos tenemos en alta estima el incansable espíritu de los españoles, que trabajan de sol a sol, soñando con tener más aunque ya no sea necesario. Los europeos en general tratan de evitar a los gitanos basados en la experiencia previa de su trato con tan singular pueblo, pero anhelan su libertad y folclor; Los europeos envidian la alegría y despreocupación de los “pueblos menos civilizados” y nosotros (latinoamericanos, africanos, asiáticos, oceánicos y este europeos) creemos que tener grandes facilidades económicas sería la bendición soñada. El mundo admiró a los japoneses por su tesón y empuje. Los chinos, bueno, los chinos siempre han sido muchísimos.

Teniendo que luchar con la arraigada simpatía entre los pueblos, los soberanos realizan cualquier maniobra a su alcance para crear la discordia, la desconfianza y el encono; sin embargo, si esto no funciona es ahí donde entra el discurso de la superioridad y dejo para ejemplo un botón:
“—Mañana, marineros británicos, será el momento culminante de nuestra convivencia. Tal vez de todas nuestras vidas —vítores—. Muchos de vosotros estuvisteis conmigo en Belleisle, en este mismo barco. Algunos de vosotros estuvisteis conmigo en el Torbay en Gorée, en la bahía de Quiberon e incluso en el golfo de Vizcaya. Reconozco entre vosotros a algunos que estuvieron conmigo a bordo del Norwich en la bahía de Hampton. Caballeros, hemos recorrido juntos un largo trecho. Ya hemos escrito muchos capítulos gloriosos en la historia de nuestro país. El de mañana será, debe ser, el más glorioso de todos ellos.
La misión que nos ha asignado el comandante en jefe —a eso señaló a su hermano, de pie a su lado, y los marineros prorrumpieron en fuertes vítores; lord Albemarle, pálido, delgado y con aspecto enfermizo, correspondió a los saludos con un movimiento de mano y una encantadora sonrisa ligeramente triste—, la misión que se nos ha asignado —repitió el comodoro— es la de cubrir el desembarco del ejército británico en suelo cubano. Se trata de un acontecimiento que han esperado muchas generaciones de ingleses libres. Nuestra tarea es liberar a Cuba de un odioso despotismo. Vamos a hacer lo que Sir Francis Drake, el almirante Vernon y el Almirante Knowles no consiguieron. Abriremos la isla que tenéis ante vuestros ojos —la señaló con un espectacular ademán— al libre comercio con el resto del mundo civilizado. La toma de Cuba será beneficiosa para nuestro pueblo de la misma manera que lo será para el pueblo cubano. Introduciremos en la isla el credo protestante, la tolerancia, el imperio de la ley y todas nuestras restantes buenas costumbres. Llevaremos luz a los pobres. ¡Dios salve al Rey! ¡Gobierna, Britania! ¡Britania, gobierna las olas!”1

Este discurso novelado, se desarrolla en el siglo XVIII2, deja en claro que es principalmente por el bien de los demás y apoyados en la superioridad moral que se va a invadir un territorio extranjero y el beneficio económico queda en segundo término. Y muy bien podría ser usado para tomar acciones contra cualquier país ahora. Es pues, la necesidad de reconocimiento, uno de los impulsos que llevan al hombre a enfrentar a su similar aunque en realidad no vea necesidad alguna de hacerlo.

1La Habana, pp. 141-142, Hugh Thomas, Grijalbo, 1984.
2El 6 de junio de 1762

Pumas

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